Destinado a la decoraci�n de un pabell�n de caza de Felipe IV llamado la Torre de la Parada, junto al
Rapto de Deidamia y la
V�a L�ctea entre otras escenas, en el Rapto de Proserpina vuelve a mostrar Rubens la tensi�n provocada por un secuestro. Proserpina era una bella ninfa de la que se enamor� Plut�n en su �nica salida de los infiernos. Prendado de sus encantos, decidi� raptarla. Al o�r los gritos de socorro de la muchacha acuden Atenea, Venus y Diana que no pueden evitar el rapto. La violencia del escorzo de Proserpina es lo que m�s llama la atenci�n, al intentar zafarse de su agresor. Plut�n est� en total tensi�n al sujetar a la joven, mientras los amorcillos indican el camino al carruaje que llevar� a la pareja con destino al Hades, donde Plut�n era rey. Todas las figuras se vienen a primer plano, como s� de un friso cl�sico se tratara, debido a la preocupaci�n del maestro por el volumen. Las luces empleadas sirven para aumentar el dramatismo y para reforzar el brillo del colorido, aplicado con largas pinceladas. La riqueza de las telas y el canon de belleza femenino, con mujeres entradas en carnes y muy blancas de piel, definen claramente el arte de Rubens, el m�ximo representante del
Barroco.