Guerra de los Diez Años

conflicto armado en Cuba contra España (1868-1878)
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La Guerra de los Diez Años, Guerra del 68 o Guerra Grande (1868-1878), también conocida en España como Guerra de Cuba, fue la primera de las tres guerras cubanas de independencia, insurrectas contra las fuerzas coloniales españolas. La guerra comenzó con el Grito de Yara, en la noche del 9 al 10 de octubre de 1868, en la finca La Demajagua, en Manzanillo, que pertenecía a Carlos Manuel de Céspedes.

Guerra de los Diez Años
Parte de Guerras de independencia hispanoamericanas

Embarque de voluntarios catalanes para la guerra de Cuba, en el puerto de Barcelona. Ramón Padró y Pedret (1872), (Museo Marítimo de Barcelona).
Fecha 10 de octubre de 1868-10 de febrero de 1878
Lugar Isla de Cuba
Resultado Victoria española. Pacto del Zanjón
Beligerantes
Criollos insurgentes
Bandera de la República Dominicana República Dominicana
República de Lares
España
  • Capitanía General de Cuba
  • Capitanía General de Puerto Rico
  • Comandantes
    Carlos M. de Céspedes 
    Manuel de Quesada
    Thomas Jordan
    Ignacio Agramonte 
    Máximo Gómez
    Luis Marcano 
    Modesto Díaz
    Vicente García
    Bandera de Cuba Mariana Grajales
    Ángel del Castillo 
    Honorato del Castillo 
    Miguel J. Gutiérrez 
    Bandera de Cuba Marcos Maceo
    Calixto García (P.D.G.)
    Antonio Maceo
    Perucho Figueredo 
    Francisco V. Aguilera 
    Donato Mármol 
    Henry Reeve 
    Bandera de Cuba Silverio del Prado
    Carlos Roloff
    Francisco Lersundi Hormaechea
    Domingo Dulce
    Blas Villate
    Felipe Ginovés del Espinar
    Antonio Caballero y Fernández de Rodas
    Francisco de Ceballos y Vargas
    Cándido Pieltaín y Jové Huervo
    Joaquín Jovellar
    José Gutiérrez de la Concha
    Camilo Polavieja
    Arsenio Martínez Campos
    Valeriano Weyler
    Fuerzas en combate
    40 000 soldados[1] 316 000 soldados[2]
    Bajas
    100 000-250 000 muertos
    (incluyendo civiles)[3][4][5]
    200 000 bajas
    (principalmente por enfermedades)[3]
    Guerra de los Diez Años Guerra Chiquita
    Probablemente alrededor de 200 000 muertos y 100 000 exiliados.[6]
    Carlos Manuel de Céspedes

    Terminó diez años más tarde con la Paz de Zanjón o Pacto de Zanjón, donde se establece la capitulación del Ejército Independentista Cubano o Mambises frente a las tropas españolas. Sin embargo, grupos dispersos de patriotas cubanos continuaron luchando durante la mayor parte del año 1878 e intentarían reiniciar la lucha durante la llamada Guerra Chiquita (1879-1880).

    Según el informe presentado por el presidente del gobierno español Antonio Cánovas del Castillo ante las Cortes la guerra había causado unos cien mil muertos y había costado doscientos cincuenta millones de pesetas.[7]

    Antecedentes

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    Las "leyes especiales" prometidas en la Constitución española de 1837 nunca se promulgaron por lo que la isla de Cuba siguió regida por un capitán general que ejercía un poder prácticamente absoluto, generalmente en favor de los grandes propietarios de las plantaciones esclavistas de caña de azúcar —la llamada "sacarocracia"—, por ejemplo, tolerando la entrada clandestina de medio millón de esclavos procedentes de África entre 1820 y 1873. Ese estado de cosas se mantuvo hasta que apareció un nuevo grupo de propietarios ligados al comercio y a las empresas tabaqueras, en su mayoría emigrantes españoles de primera o segunda generación. Los gobiernos de la Unión Liberal del general O'Donnell formaron una comisión para estudiar las reformas que se debían aplicar en Cuba pero no llegó a ninguna conclusión. En ese contexto es en el que se produjo el Grito de Yara que inició la primera guerra de la independencia cubana.[8]

    Causas de la guerra

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    Causas económicas

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    • Cuba estaba siendo afectada por las crisis económicas de los años 1857 y 1866.
    • Las regiones occidental y oriental tenían diferente situación económica. La región occidental era más desarrollada, tenía más esclavos, mayor producción y más facilidades de comercio que la zona oriental. Esto hacía que muchos hacendados orientales se arruinaran.
    • España imponía altos impuestos y tributos sin consultar con los habitantes de la isla.
    • España sostenía un rígido control comercial que afectaba enormemente a la economía en la isla.
    • España utilizaba los fondos extraídos de la isla para asuntos ajenos al interés cubano, como financiar grandes desembolsos armamentísticos (más de la tercera parte del presupuesto nacional), desarrollar la colonia de Fernando Poo y otros. Estos gastos se hacían en un momento en que se necesitaba un fuerte proyecto inversionista para modernizar la industria azucarera, lo cual empeoraba la situación de la colonia.
    • La comprensión de la necesidad de introducir el trabajo asalariado como única vía para hacer avanzar la industria azucarera, algo poco dado en las colonias españolas.

    Causas políticas

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    La revolución española de 1868, La Gloriosa, fue precedida por una amplia conspiración vinculada a los intereses de los criollos reformistas cubanos, emparentados con los generales Serrano y Dulce.[9]​ Pero la Gloriosa fue también el detonante de la revolución en Cuba, donde el ambiente estaba preparado psicológicamente desde el abandono de Santo Domingo en 1865 y la Guerra de Secesión Estadounidense. Sin embargo, la revuelta no fue encabezada por negros esclavos o libertos, sino por personajes de las clases medias. Acontecimiento que no habían previsto los criollos reformistas.[10]
    • España negaba a los cubanos el derecho de reunión como no fuera bajo la supervisión de un jefe militar.
    • No existía la libertad de prensa.
    • Era ilegal formar partidos políticos.
    • Fracaso de la Junta de información de 1867 y con esto la agudización de las contradicciones colonia-metrópoli unido a la maduración de un pensamiento independentista con figuras como Félix Varela, José Antonio Saco y otros.

    Causas sociales

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    • Marcada división de clases.
    • La existencia de prejuicios raciales.
    • En Cuba existía la esclavitud, que además de ser cruel era un freno para el desarrollo económico de la isla, pues el desarrollo de la tecnología hacía imprescindible el uso de obreros cualificados.
    De todos los grandes conflictos potenciales, la esclavitud era el mayor. En las Cortes de Cádiz, el abogado español antiesclavista Agustín Argüelles presentó en 1811 una proposición para abolir la trata de esclavos. El diputado cubano Andrés Jáuregui se opuso radicalmente, amenazando con una sublevación contra España si se abolía el tráfico. Las amenazas de segregarse y de pedir la anexión a Estados Unidos marcaron las siguientes discusiones y votaciones, donde los diputados americanos se manifestaron contra la trata de esclavos y los cubanos, tanto criollos como peninsulares, a favor.[11]
    Los cubanos integrantes del bloque oligárquico que residían fundamentalmente en las provincias de La Habana y Matanzas, se habían opuesto a la Guerra de los Diez Años, prefiriendo conservar sus esclavos y plantaciones —manteniendo sus negocios— a la libertad de la Isla.[12]

    Opinión de José Martí sobre la guerra

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    Diez de Octubre

    No es sueño, es verdad: grito de guerra
    Lanza el cubano pueblo, enfurecido;
    El pueblo que tres siglos ha sufrido
    Cuanto de negro la opresión encierra. Del ancho Cauto a la Escanbraica sierra,
    ruge el cañón y, al bélico estampido,
    el bárbaro opresor, estremecido,
    gime, solloza y tímido se aterra.
    Fragmentos del poema 10 de Octubre, escrito por Martí a razón del comienzo de la guerra

    La guerra

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    Voluntarios de La Habana por Valeriano Domínguez Bécquer (La Ilustración de Madrid, mayo de 1870)

    La insurrección independentista comenzó el 10 de octubre de 1868 con el llamado Grito de Yara pronunciado por el hacendado Carlos Manuel de Céspedes en su propiedad del oriente de la isla llamada La Demajagua, un ingenio pequeño, anticuado, pobre e hipotecado por deudas.[cita requerida] Previamente Céspedes había liberado a sus esclavos y leído la declaración de independencia, el Manifiesto de la Junta Revolucionaria de la Isla de Cuba, donde explica las causas de la guerra y sus objetivos.

    Sin embargo el grito de Yara no fue secundado por los hacendados del Occidente de la Isla, mucho más próspero que el Oriente. Por su parte el "partido español" optó por enfrentarse tanto a los insurrectos como a los representantes del gobierno metropolitano que tras la revolución de 1868 pretendía introducir ciertas reformas en la isla, "por más que este programa liberalizador hubiese de ser, por fuerza, harto moderado, si pensamos que el poder estaba en manos de hombres como [los generales] Serrano o Dulce, asociados por sus respectivos matrimonios a la riqueza azucarera cubana".[13]

     
    Grupo de insurrectos en la manigua (La Ilustración Española y Americana, febrero de 1872)

    Así pues, la guerra comienza el 10 de octubre de 1868, cuando Céspedes pone en libertad a sus esclavos y lee la declaración de independencia, el Manifiesto de la Junta Revolucionaria de la Isla de Cuba, donde explica las causas de la guerra y sus objetivos.

    Esta guerra tuvo un carácter antiesclavista,[14]​ anticolonialista y de liberación nacional. Además, desde el punto de vista cultural ayudó a que el sentimiento de nacionalismo se afianzara. Se luchó por el progreso de la economía y sociedad, por lo que tuvo un carácter contracultural.

     
    Embarque de los voluntarios para Cuba en el puerto de Cádiz, grabado de Severini (El Museo Universal, noviembre de 1869)

    El hito militar más relevante fue la toma de Bayamo por parte de los insurgentes, ciudad que posteriormente incendiarían. Cuando los generales enviados desde la Península para combatirles, como el conde de Valmaseda o Valeriano Weyler, utilizaron la política de la tierra quemada, que ya habían usado en Santo Domingo, para dejar sin apoyos ni recursos a la guerrilla insurgente, Céspedes respondió con la misma política y ordenó la destrucción de las plantaciones de caña de azúcar —«las llamas [habían de ser] los faros de nuestra libertad», afirmó— y a pedir que se sublevase a las dotaciones de esclavos —«Cuba libre es incompatible con Cuba esclavista»—. Este programa político, a pesar de que contemplaba la abolición de forma gradual e indemnizando a los propietarios, como en Inglaterra, fue rechazado por los propietarios azucareros del Occidente de la Isla y por la burguesía de La Habana de origen metropolitano.[15]

     
    Bono de 100 pesos para financiar el levantamiento en Cuba contra la potencia colonial España, emitido el 1 de junio de 1869 en Nueva York por el gobierno cubano en el exilio, firmado en el original por José Morales Lemus como Presidente de la Junta Central Republicana de Cuba y Puerto Rico[16]

    El Gobierno Provisional de 1868-1871 envió a Cuba al general Domingo Dulce como nuevo capitán general para que iniciara ciertas reformas que pusieran fin a la sublevación, pero se encontró con la radical oposición de la alta burguesía de La Habana, que controlaba el comercio, la banca, la producción de tabaco, las navieras y otras actividades fundamentales, y que contaba con el apoyo armado de los «batallones de voluntarios del comercio».

    El citado "partido peninsular" o "partido español" es el que se hizo dueño de la isla, logrando no solamente echar a Dulce sino a la mayoría de los funcionarios nombrados por los gobiernos del Sexenio Democrático.[cita requerida] Es posible incluso que este grupo estuviera detrás del asesinato del general Juan Prim,[cita requerida] presidente del gobierno español, que parecía dispuesto a negociar con los insurgentes, y que también fuera uno de los promotores de la Restauración borbónica en España ya que ayudó a financiar el pronunciamiento del general Arsenio Martínez Campos que el 29 de diciembre de 1874 puso fin a la Primera República Española seguramente[cita requerida] por medio de José Cánovas del Castillo, directivo del Banco Español en la Isla de Cuba y hermano del jefe del partido alfonsino, Antonio Cánovas del Castillo.

    Que la guerra durara diez años a pesar de los medios con que contaban los que se oponían a los insurgentes independentistas se debió, según Josep Fontana, a la "escasa capacidad de la metrópoli, que hubo de ver cómo se perdía la tercera parte de los soldados llevados a la isla, vestidos con malos uniformes, mal alimentados y pésimamente preparados, de modo que un 90 por 100 de los que murieron lo hicieron en hospitales y por causas naturales".[17]

    Cronología

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    Voluntarios españoles embarcándose en Barcelona para la guerra en Cuba (1870)

    Personas destacadas

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    Algunas de las figuras más importantes de la guerra fueron:

    • Carlos Manuel de Céspedes, quien no solamente fuera el iniciador del conflicto, sino que fue uno de los más radicales elementos en todo el proceso. Él fue el primer presidente de la República en Armas y fue también el primer funcionario cubano destituido de un cargo político. En una ocasión las fuerzas españolas detuvieron a uno de sus hijos y lo amenazaron con matarlo si no terminaba la guerra. Carlos Manuel respondió con una negativa que le costó la vida a su hijo. Este hecho le ganó el título de «Padre de la Patria».
    • El mayor general Perucho Figueredo, uno de los principales conspiradores que iniciaron la lucha junto a Céspedes. Compositor de la letra y música del Himno Nacional de Cuba.
    • El mayor general Máximo Gómez (el Generalísimo), militar de carrera dominicano, quien había peleado contra sus paisanos anti-anexionistas cuando era un joven militar del Ejército Español y que, después de la derrota de este en la que después fue la República Dominicana, se trasladó a Cuba, donde años más tarde sería uno de los líderes militares independentistas.
    • El mayor general Antonio Maceo (el Titán de Bronce), un mulato liberto que ganó sus grados por su inteligencia estratégica y su valor. Principal artífice de la Protesta de Baraguá.
    • El mayor general Vicente García González (el León de Santa Rita), quien fuera el último jefe de los Ejércitos de la República de la Guerra Grande y uno de los generales más temidos y respetados por el ejército colonial español.
    • El mayor general Ignacio Agramonte (el Mayor), un aristócrata de la zona del Camagüey, quien renunció a todas sus riquezas y se unió a los insurgentes y fue famoso por varias acciones militares que demostraron su capacidad como líder y sus dotes como estratega.
    • El mayor general Ángel del Castillo (la Tempestad a Caballo), otro aristócrata camagüeyano, primo del anterior. Famoso por sus acciones temerarias que le costaron la vida a inicios de la guerra.
    • El brigadier Henry Reeve (el Inglesito), joven estadounidense que se unió a la causa independentista cubana. Segundo de Agramonte y, posteriormente, de Gómez. Prefirió suicidarse de un disparo en la sien antes que caer prisionero del enemigo.
    • El mayor general Carlos Roloff, terrateniente polaco asentado en Cuba, solidario con la causa cubana.
    • El mayor general Calixto García, general de las tres guerras de independencia de Cuba (1868-1898).
    • El general José Maceo (el León de Oriente), uno de los hermanos menores de Antonio Maceo. Participó junto a sus hermanos en la Protesta de Baraguá.
    • El brigadier Ramón Leocadio Bonachea, último alto oficial cubano en deponer las armas, un año después de finalizada la guerra.
    • Leoncio Prado Gutiérrez, oficial de marina peruano, se alistó en el ejército libertador, capturó el buque español “Moctezuma”. Al izar la bandera cubana lo rebautizó “Céspedes”, por lo que se le considera el primer buque de la Marina del país en gestación.

    La ofensiva de la metrópoli: la «españolización» de la isla

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    España, al margen de su ofensiva militar, emprendió una ofensiva paralela, la civil. Para ello, incrementó el número de contingentes de inmigrantes españoles hacia Cuba, con el objeto de "españolizar" la Isla.[cita requerida]

    Del año 1868 a 1880, llegaron a Cuba 382 476 españoles, y para el año 1898, cuando Cuba logra su independencia, eran 960 682, de los cuales 449 287 eran civiles y 511 395 eran militares.[18]

     
    Memoria sobre los voluntarios de la isla de Cuba por Luis Otero Pimentel, 1876.

    Población española llegada a Cuba

    Año Civiles Militares
    1868 15 035 7044
    1869 14 005 26 200
    1870 13 698 14 131
    1871 11 880 17 819
    1872 15 045 8613
    1873 14 475 11 995
    1874 14 978 12 163
    1875 14 616 19 419
    1876 12 220 33 688
    1877 10 080 17 818
    1878 10 783 9266
    1879 15 109 26 323
    1880 12 055 4018
    Total 173 979 208 497

    Leyes puestas en práctica por el gobierno de la República en armas

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    • Junio de 1869: Ley de Matrimonio Civil.
    • Julio de 1869: Ley de Organización Militar.
    • Agosto de 1869: Ley de Instrucción Pública.
    • Agosto de 1869: Ley de Organización Judicial.
    • Agosto de 1869: Ley de Organización Administrativa.
    • Agosto de 1869: Ley de Cargas Públicas.

    Estudiantes de medicina fusilados el 27 de noviembre de 1871

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    Uno de los eventos más trágicos de la guerra de los Diez Años fue el fusilamiento de los ocho estudiantes de medicina, lo que ocurrió durante el gobierno del general Blas Villate y de la Hera, conde de Balmaseda (o Valmaseda).

    Los ocho estudiantes fueron arrestados en su aula universitaria el 25 de noviembre de 1871, por el propio gobernador español de La Habana, acusados falsamente de haber arañado la tumba de un periodista español. Al día siguiente, bajo las órdenes del segundo cabo, general Crespo, por encontrarse ausente Valmaseda, los estudiantes fueron procesados en juicio sumarísimo. El fallo de este juicio no fue aceptado por los voluntarios españoles amotinados frente al edificio de la cárcel donde se celebrara el juicio. Los estudiantes fueron procesados seguidamente una segunda vez, donde fueron condenados a muerte.

    Valmaseda, que había regresado a La Habana, no revocó el fallo ni lo conmutó por pena inferior. Los ocho estudiantes fueron ejecutados el 27 de noviembre de 1871, dos días después de su arresto. La fecha de noviembre 27 se celebra en Cuba como día de Duelo Nacional.

    Los siguientes datos genealógicos fueron proveídos por Vivian Narváez, quien extrajo la información de la referencia que aparece al final de la página. Los ocho estudiantes, cuyo nombre no olvidará ningún cubano fueron: Alonso Álvarez de la Campa y Gamba, Anacleto Bermúdez y González de Piñera, José de Marcos Medina, Ángel Laborde y Pereda, Juan Pascual Rodríguez y Pérez, Carlos Augusto de la Torre y Madrigal, Carlos Verdugo y Martínez, y Eladio González y Toledo.

    Propiedades embargadas

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    Durante la guerra de los Diez Años, el gobierno Español embargó las propiedades de aquellas personas que ellos consideraban que apoyaban a la causa rebelde.

    El Gobernador Superior Político publicó una orden a este efecto el 20 de abril de 1869. Esta orden fue publicada en la Gaceta del 9 de julio de 1869.

    Comenzando en julio de 1869, listas de nombres de individuos cuyas propiedades habían sido embargadas fueron publicadas en el Diario de la Marina (periódico oficial del apostadero de La Habana).

    Solidaridad internacional con los independentistas cubanos

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    A nivel gubernamental se destaca la “Alianza contra España”, formada por Perú, Chile y Bolivia, surgida durante la guerra del Pacífico de 1865-1866, a las que enseguida se unieron Venezuela, Colombia, México, República Dominicana, Haití, Brasil, El Salvador y Guatemala, que hicieron causa común con los insurgentes cubanos. Es de destacar la solidaridad que tuvieron muchas personas del mundo con los independentistas cubanos. Entre los extranjeros que participaron voluntariamente en la contienda a favor de los sublevados, destacan los estadounidenses Thomas Jordan y Henry Reeve, el puertorriqueño Juan Rius Rivera, el peruano Leoncio Prado, el venezolano José Miguel Barreto, los dominicanos hermanos Marcano, etc. Igualmente, hubo franceses, italianos, e incluso españoles nacidos en la península ibérica que se unieron al Ejército Libertador Cubano. El dominicano Máximo Gómez y el polaco Carlos Roloff también se unieron a los insurrectos cubanos, pero ellos ya residían en Cuba antes de estallar el conflicto.

    Solidaridad alemana con España

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    En el caso de los alemanes,[19]​ había un conflicto sobre la participación o no de un cuerpo de voluntarios. Basado en un telegrama de Otto von Bismarck en favor de la colaboración, las dos partes intentaron influir en Bismarck, sin embargo, ganaron los partidarios en favor de España. Ferdinand Heydrich Klein, jefe de la Compañía de los alemanes, que aglutinaba los comerciantes más influentes de Matanzas, así lo pedía a Bismarck[20]​ y acordó formar en 1869 un comité de cinco miembros (George Rasch, P.J.Niese, Gustav Rohlson, A. Félix Lienau y el propio F. Heydrich, llamado el "Club de Alemanes") para preparar la formación de la tropa de voluntarios.[21]​ Aunque convencieron a Bismarck de la neutralidad de los voluntarios, su posición era claramente en favor de España.[22]​ Lo principal era proteger sus plantaciones e industrias.

    El final de la guerra: la Paz de Zanjón

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    El general Arsenio Martínez Campos.

    Cuba se encontraba bajo una crisis que la metrópoli no podía solucionar, entre otras cosas porque el gobierno español estaba enfrascado en diversos problemas internos que terminaron con la vuelta de los Borbones en 1874. La esclavitud era un freno para el desarrollo económico de la Isla y también constituía un problema social. Los cubanos aún seguían en un segundo plano en materia política; el conflicto terminó aparentemente con la Paz de Zanjón en 1878 que no puso solución a ninguno de los problemas anteriores.

    Tras la victoria en la tercera guerra carlista en febrero de 1876, el gobierno español presidido por el liberal-conservador Antonio Cánovas del Castillo se propuso poner fin a la otra guerra que quedaba pendiente, la de Cuba. En aquel momento ya había causado cerca de cien mil muertos, de los cuales más del 90 % lo habían sido por enfermedades tropicales.[23]​ Entre 42 000[24]​ y 70 000 soldados[25]​ fueron enviados a la isla de refuerzo ―para hacer frente a 7000 insurgentes[26]​ y se suscribió un empréstito de 200 millones de pesetas con el recién creado Banco Hispano Colonial para financiar la campaña.[27]​ Al mando de las operaciones fue enviado a Cuba el general Martínez Campos que desembarcó en noviembre de 1876. En un intento de reducir el apoyo de la población a los rebeldes ―especialmente de la rural― introdujo normas de carácter humanitario en la actuación de los soldados españoles que comenzaron a dar resultado aprovechando la creciente división interna de aquellos.[28][29][30][31]

     
    Entrada triunfal del general Martínez Campos en La Habana tras la firma de la paz de Zanjón que ponía fin a la guerra de los Diez Años (La Ilustración Española y Americana, 14 de junio de 1878).

    En el otoño de 1877 Martínez Campos inició conversaciones con los insurgentes que culminaron con la firma el 10 de febrero de 1878 del convenio o pacto de Zanjón. En el mismo había dos «capitulaciones» principales, además de la conservación de la libertad de los esclavos que habían combatido en las filas rebeldes: la primera, la concesión a Cuba de las «mismas condiciones políticas, orgánicas y administrativas de que disfruta la isla de Puerto Rico», lo que implicaba también la abolición de la esclavitud ―en Puerto Rico había sido abolida en marzo de 1873, durante la Primera República Española―; la segunda, el «olvido del pasado» sobre los posibles delitos cometidos por ambos bandos a lo largo de los diez años de guerra. De esta forma se puso fin a la contienda, aunque hasta mayo continuaron las hostilidades contra una facción independentista encabezada por Antonio Maceo que no había aceptado el acuerdo y que finalmente se rindió ―Martínez Campos le permitió que se refugiara en Jamaica―.[28][32][33]

    Hubo dos reivindicaciones de los insurrectos que no fueron aceptadas por Martínez Campos: la «asimilación [de Cuba] a las provincias españolas bajo la Constitución vigente [en España], excepción de las quintas» y la garantía de que el general seguiría para asegurar el cumplimiento de lo pactado. A pesar de todo, la «paz de Zanjón» fue vista como el comienzo de una nueva era para la isla, «en la cual fueron asequibles para los cubanos muchas de las libertades formales propias de un Estado liberal».[34]​ Sin embargo, muchos plantadores y propietarios de esclavos no lo vieron del mismo modo «por parecerles mucho lo que a los enemigos se concedía» y uno de sus representantes la llegó a calificar como «la mil veces maldita paz del Zanjón».[35]

    Causas del fracaso de los insurrectos

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    • Regionalismo: Las tropas se negaban a salir de su zona de combate y residencia de sus familias, lo que provocaba una desigualdad en el desarrollo de la guerra.
    • Indisciplinas militares: En esta etapa se realizaron dos sediciones: “Lagunas de Varona” y “Santa Rita” las dos protagonizadas por Vicente García, en la región de Las Tunas; en ellas el militar pedía cambios tan drásticos como la renuncia del presidente. Posteriormente, también estalló un movimiento secesionista entre los independentistas cubanos de la región de Holguín, el cual minó, todavía más, a las debilitadas tropas cubanas.
    • Contradicciones entre el gobierno independentista y el Ejército Libertador: El gobierno cívico-militar de la República de Cuba en Armas intervenía excesivamente en las decisiones de los altos mandos militares del ejército mambí.
    • Falta de unidad: El desacuerdo entre los diferentes mandos de la guerra causó un desequilibrio entre el poder militar y el civil, lo que ya se venía manifestando desde la asamblea de Guáimaro, donde no quedaron claras las facultades de cada poder.
    • Caudillismo: Se desarrolló entre determinados jefes militares independentistas un cierto espíritu mesiánico, lo cual los llevó a desobedecer a sus superiores.
    • Escasez de recursos y prolongamiento excesivo de la contienda: No se logró hacer una guerra rápida y eficaz, por lo que las tropas quedaron exhaustas y en una situación deplorable.
    • Cese de las expediciones de ayuda del exterior: Durante los últimos años de la guerra dejaron de arribar a la isla expediciones de patriotas con armas y municiones de refuerzo, lo cual aisló a los mambises y los dejó sin recursos para continuar.
    • Traición de algunos jefes a la causa independentista: Varios jefes militares y políticos (fundamentalmente del Camagüey y algunos de Las Villas) se pasaron al bando español hacia finales de la guerra, motivados algunos por sobornos y otros por cansancio. Cabe destacar el caso de Juan Bautista Spotorno, presidente del gobierno independentista (1875-1876), quien sería uno de los principales cabecillas del Partido Autonomista (de marcados tintes anti-independentistas) luego del Pacto del Zanjón.
    1. Pickenpaugh, Roger (2016). McKinley, Murder and the Pan-American Exposition: A History of the Presidential Assassination, September 6, 1901. McFarland. p. 46. 
    2. «Victimario Histórico Militar». 
    3. a b Scheina, Robert L. (2003). Latin America's Wars: Volume 1. Potomac Books. 
    4. Clodfelter, Micheal (2017). Warfare and Armed Conflicts: A Statistical Encyclopedia of Casualty and Other Figures, 1492-2015, 4th ed (en inglés). McFarland. p. 306. ISBN 978-0786474707. 
    5. Wright, Robert; Wylie, Lana, eds. (2009). Our Place in the Sun: Canada and Cuba in the Castro Era. University of Toronto Press. 
    6. R. W. McColl & Gerhard Robbers (2005). Encyclopedia of World Geography. Tomo I. Nueva York: Infobase Publishing, pp. 222. ISBN 978-0-81607-229-3.
    7. Villares, 2009, p. 43.
    8. Fontana, 2007, pp. 372-373.
    9. Espadas Burgos
    10. Cardona y Losada, página 43
    11. Cardona y Losada, páginas 38 y 39
    12. Francisco López Segrera, "Raíces históricas de la revolución cubana (1868-1959)", página 220
    13. Fontana, 2007, p. 373.
    14. En 1868, el hacendado Carlos Manuel de Céspedes libera a sus esclavos y toma las armas contra España por la causa de una Cuba libre, y otros terratenientes y esclavistas siguen su ejemplo. "La revolución cubana: orígenes, desarrollo y legado", Marifeli Pérez-Stable, página 22
    15. Fontana, 2007, pp. 373-374.
    16. Igor Henrique Batistella (2021). «Dois Gritos de Liberdade Êxito e derrota nos levantes separatistas de Cuba e Porto Rico» (PDF). Universidade estadual Paulista “JÚLIO DE MESQUITA FILHO” Faculdade de ciências humanas e sociais. Consultado el 17 de abril de 2023. 
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    23. Jover, 1981, p. 314. «En conjunto, las fuerzas recibidas de la Península durante los diez años de duración de la guerra alcanzará la cifra de 181 040 hombre; de ellos morirán 96 025, el 91 % de los cuales por enfermedades» (el tifus, la fiebre amarilla, el vómito negro) que acrecían con la corrupta detracción de los fondos públicos destinados a la manutención y a la sanidad de los soldados, el clima tropical, la mala alimentación e higiene y las continuas marchas y contramarchas. «Sólo un 8,3 % murió por acción de guerra; más de 25 000 serán devueltos a la Península por enfermos o inútiles, muriendo aproximadamente un 12 % de ellos, bien durante la travesía o poco después de su desembarco»
    24. Jover, 1981, p. 313.
    25. Seco Serrano, 2007, p. 140.
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    Bibliografía

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    Enlaces externos

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