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Tafuri Five Architects

Sobre los Five architects. Manfredo Tafuri, en "La esfera y el laberinto".

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528 El juego de las perlas de vidrio cin entre mito y lenguaje, propuesta de nuevo tanto por Kahn como por Ven- turi, para recorrer de nuevo el sendero primitive, que desemboca en las dos fextfemas propuesias de regeneracién de 6rdenes imposibles y de engafiosos jue- ‘g0s do desdoblamientos con las méscaras de 10 real. Nueva York, 1969: en una reunién organizada en el Museo de Arte Mo- demo por la Conference of Architects for the Study of Environment (CASE Group), Kenneth Frampton presenta la obra de cinco arquitectos —Peter Eisen- man, Michael Graves, John Hejduk, Charles Gwathmey, Richard Meier— cuya ‘consagracién como grupo se produce tres afios més tarde con el libro Five Archi- tects, publicado por Wittenborn, con Prefacio de Arthur Drexler, textos de Colin Rowe, Frampton, William Ia Riche y de los propios arquitectos (versién caste- Ilana: Five Architects, Editorial Gustavo Gili, S. A., Barcelona, 1982%). En el Prefacio de Drexler se enuncia lapidariamente lo que parece unir Ias investiga ciones de los cinco: la negacién de todo neobrutalismo, al igual que de toda inter- pretacién reductiva © continuistica de Ia arquitectura, para aproximarse a una pureza absoluta, a una rigurosa especiicidad seméntica. ‘Las obras presentadas —casi todas ellas villas residenciales para un patro- nnazgo de la alta burguesia— y sus soluciones formales parcefan justificar el parato publicitario puesto en marcha para lanzar el grupo, dando por descon- tada una homogeneidad fundamental entre las investigaciones de sus componen- tes. La oposicién a Ia arquitectura de las grandes corporaciones, al misticismo de Ia escuela de Kahn, al manierismo ecléctico, que oscila entre el profesiona- lismo sin prejuicios yun experimentalismo basado en el derroche linglistico (Rudolph o Pei), al aztficioso vitalismo de los j6venes californianos, a Ins enra- recidas reminiscencias de Philip Johnson, a las exasperaciones de Venturi, a la ‘comercializacién de la investigacién tipolégica de Portman o de Kevin Roche, 1 los diversos survivals que proliferan en Estados Unidos, parecta expresarse en las preciosas composiciones de los Five, como oferta que se hacia a un piblico de Glite, capaz de apreciar la nueva como Giurgola o el que recientemente Scully ha amado el New Shyngle Style, como un grupo de snobs incurables que quieren hacer vibrar las tendencias més clitistas de Ia affluent society. Precisamente, Giusgola ha titulado un polémico artisulo suyo sobre los Five, «The Discrete Charm of the Bourgeoisies.. Pero es singular que esta polémica se produzca dentro de un clima que, de diversas maneras, ha interiorizado Ia inversién del ojo de In arquitectura» hacia s{ mismo. El «no compromiso» de los Five parc- cia provocatorio, sélo porque éstos habian entrevisto lo que sucederia si iban hhasta el fondo en la reduccién de la arcuitectura a un «segundo lenguaje>. Es precisamente por esta experiencia del limite y por sus excesos, cabe decir, por lo que nos interesan: el excsso siempre es portador de conocimientos. Esto quiere decir que nada seria tan erréneo como creer al pie de Ia letra Jo que los Five declaran 0 asumirlo como bandera de renovacién radical. Ellos —al igual que Kahn o Venturi— s6lo son emblemas de una , y no solamente en arquitectura. El rigor de todos ellos —ya se trate de las «tonalidades suspendidas> de Aldo Rossi, de las ediseminacioness de Derrida, o del ojo migico de Straub— limita irremediablemente con lo frivoto. UNo ha sido acaso el propio Derrida quien ha demostrado que el origen de lo ‘cfrivolo» esté en la separacién del signo de sus referentes? *» 10, EI artculo de Romaldo Giurgole ha aparecido en un nimero de Architectural Forum, mayo de 1975, pp. 56.y 57, on el que cinco arquitecos son Tamados pare juzgar & fos Five. Los oftoe cuatro artculos, todos do une manera més o menos violenia, som polé Imicos ante el grupo y se deben a: Robert Stern, «Stompin’ at the Savoyer, pp. 46 2 48; Jaoqselin Robertson, «Machines in the Gavdens, pp. 492 55; Charles Moore, «In similar State of Undrosss, pp. 33'y 54; Alan Greeaberg, «The Lusking American Legacy», pp. 54 3 55. A ello ha contestada el articlo de Pasl Goldherger, «Should anyone care cbout de New York Five... ot about thet ers, he Five on Five?», en The Architectural Record, febrero de 1974, pp. 115 a 116, Véase también el catlogo Five Architects, Nuova York y ‘Roma, 1976, dela exposiién celebrada en Népoles en enero de 1976 “1. Wéave Jeoques Derr, «L“archéobule du fevoles, Inroduccién « Condillc, Essa 5530 EI juego de las perlas de vidrio Pero dicho esto, no hemos explicado nada todavia. En primer lugar, seré nevesario contestar la imagen que hasta ahora los Five han dado de sf mismos ¥ que la critica americana ha acreditado. Como siempre, aquella critica ha plan- teado su investigaciéa en el vacto, olvidando sus origencs y sus metas. Y¥ es importante hacer notar que Eisenman y Graves ya apareeen asociados en 1967 en Ia exposicién «The New Citys, con una propuesta de Urban Design para la reestructuracién del Upper West Side Manhattan, rica de ut6picas pro- Duestas sociales, asi como Richard Meier ha estado orginicamente vinculado al ente piiblico més progresista en el campo de la construccién popular del Estado de Nuevo York, la Urban Development Corporation.!? En sustancia, para Jos Five (aunque no para todos), el recinto en el que encierran la temética lingtif tice aparece en gran parte como un desengafio. También por esto nuestros cinco arquitectos de Nueva York pueden ser considerados como emblemas de una inquietud generalizada. Una vez dicho esto, se ha de advertir a continuacién que la primera cosa que se ha de contestar es Ia cualidad de «grupos, con que se han lanzado al ‘mercado: y los mismos cinco estén hoy bien convencidos de Ia attificiosidad de su fama ligada a la férmula de los Five. Pero en la jungla profesional nor- tcamericana es necesario formar un grupo. Aunque no sea més que para crearse tun instrumento de autopromocién y de identificacién, una especie de balsa pro- visional de salvamento; aunque como cualquier otra balsa, también ésta es para lua salvamento provisional, esté destinada a irse a pique, paca permitir el paso @ una embarcacién més sélida. Para Hejduk, la Cooper Union; para Eisenman, l Institute for Architecture and Urban Studies y la sevista Oppostdions; para Meier, el IDC; para Graves, su propio aislamiento en Princeton, constituyen pun- tos de referencia mucho més sélidos que Ia agrupacién ocasional de Ia exposici6n de 1969, y que todavia la exposicién de Londres (1975) y las de Napoles y Pa- ermo (1976) tienden, bien o mal, a acreditar. Pero, una ver reconocido que de sus alambicadas destilaciones surge, como un producto ultrarrefinado, una dimensién inequivocamente nostilgica, gtiene ver- daderamente sentido contraponer los Five —identiicados como «Whitess— a los herederos del eclecticismo, identificados como «Grays»? zAcaso no es el inclustvism, que Charles Moore ha teorizado versus el exclusivism de Kahn, una ulterior escisién del signo de su referente? ;¥ no son —igualmente— las inte- sur Vorigine des connaiseances humaines, Anvers-sur-Olse, 1975 (vernén castellaa: Enseyo sobre el erigen de fos conacimientos humanos, Institto Editorial Reus, 8, Ar Made, 1922), 12 ‘Sobre Ia poitice de construcién de Is UDC. véae el ariculo d@ Robert Jensen, Urban Housings, en The Architectural Record, abril de 1971, pp. 115 y sx. (en pariclay las pp. 124 a 151}, edemés do los articuios de Kenneth Frampion, «U.D.C. Low Rie High Density Housing Prototypes, en L’Avohlecture dAujourd’hu, n° 185, 1976, pp. 13 a 19 y de MarieChristine Cangneux, «Derribre le miroir, en el mismo néimero, pp. 2 ¥ 5. Lae causes de fa crsis econémica de Nueva York y de los componentes relatives al sector de Ja construcelén han sido. anal "Taylor, «Sel Service Skylines, pp. 42 a 46, en el que se consderan las consecuencias de te. poltes de reconcentracién por distritos especiles preconizada por el Urban Design Group (UD.G). ‘Véese ademis cl enfculo de Diana Agrest / Alessandra Latour, «Sviluppo urbano © forme della ctta a New York. Note crtiche sul Concorso per Roosevelt Islands, en Contospacio, vol. VIL. m2 4, 1975, pp. 407 ‘Las conisas de Jefferson ssi lectualisticas mixtures lingUsticas de Robert Stern y de John Hagmann, de Diana Agrest, Mario Gandelsonas, Rodolfo Machado y Jorge Silvetti, de Ambasz, se- ras incursiones en el campo de 10 efrfvolos, en ia acepeién de Derrida? Ciertamente, el bricolage teorizado por’ Venturi no tiene mucho que ver con el refinado y hermético populismo de Charles Moore: #* no es una casuali- dad que Machado y Silvetti defiendan el celitismo progresista> contra el «popu~ lismo regresivo», y que Stern salude Ia exposicién de los proyectos parisienses de Beaux-Arts, celebrada en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, como ‘casién de confrontacién entre las actuales tendencias hacia el pluralismo y el eclecticismo ochocentista. Empecemos pues por sefialar un punto de partida cierto: tanto los «Whites» como los se apoyan en una asuncin inten- cionalmente paradsjiea: para todos ellos, el tema de la es Central; solamente cambian los instrumentos invocados para alcanzar este obje- fivo, Pero, ;qué quiere decir , de estos modernos bijoux indiscrets, seria vano esperar Ia malicia libertina de un Diderot. Hablaa més bien de la incierta situa. cia existencial vivida por los ciudadanos do Ia «Venecia del siglo xx». ;Acaso una casualidad que, en posicién tan independiente del populismo de Moore, como del rigorismo de Eisenman, como del pluralismo de Stern y Hagmann, estén los experimentos mas Idcidamente = lenguaje disimulado, que sea cotro» del que parece expresar. Lo no es lo indecible de Le Corbusier; més bien es el reino del juego no explorable més que con una erueldad que linda con el maso- quismo, con la malicia del «nuevo nition, demasiado experto para sollarse del todo, demasiado sin malicia para revelarse en sus impulsos destructivos. Para Simmel, de nnevo es Venecia la egencia de la méscaa, y ia mdscara es la catego ria del espftitu. En la «nueva Veneciasy —alegorfa de una condicién humana seneralizada—, enmascararse es de rigor «para salvar el alma>, Una serie de Pantallas disimula una realidad arquitect6nica que se revela al fin como disuelta fen este juego de barreras: esto vale tanto para Ia Facade/Mask House, como Por las apodicticas columnas truncadas que hacen de proscenio —en ol proyec. {to de Agrest y Gandelsonas para Roosevelt Island— al bloque-pared de atré recuerdo del apocaliptico silencio de los esquemas urbanos de Ludwig Hilbe seimer de los afios veinte, Pero, siendo asf que volver al puro lenguaje significa definit con rigor el rea de sus «juegos», un enigmético editicio de Gondelsonas explica el , olfmpicamente experimentado por Peter Eisenman. .” Pero aquel siempre y de nuevor de 10 idéstico, zacaso no es eondiciéa de cualquiera gue se disponga a releer operativamente Ios resultados de 1as vanguardias’ neo ‘yorguinas con los ojos bien abiertos, en el naufragio de sus primeras motivacio- nes? Bl terrorismo formal de Eisenman, la polisemia de Graves, el rigorismo de Meier, la crueldad lingiistica de Gandelsonas y Agrest, los juegos metafisicos de Machado y Silvetti, el constructivismo de Giurgola, los aforismos ingenuos de Robert Stern, las ebromas de Koolhaas, zacaso no representan tendencias que serpentean ampliamente en e! panorama de las investigaciones arquitect6nicas , en Architecture: Record, julio de 1873, pp. 89 4 58, y Silvio Cassaré, «Richard Meier. Tntrinseche qualia delle rimembranzes,' en Parcmetro, nz 48, 1976, pp. 16 a 18 y 39 17. Véase Colin Rowe, Introduccién al volumen Five Architects, Nueva York, 1972 (ersién castellana: Five Architects, Edltodal Gustavo. Gili, S. A. Barclona, 1960), Alberto Cuomo, «La morte dellartisticos, en Nac, 12, 1974, pp 18 «20, 3 Bt juego de tas perlas de vidrio En el fondo, a pesar de las diversidades que dividen estas investigaciones, todas ellas tienen en comin, junto con las méitiples tendencias, que, en el campo internacional, han vivido el edia de In Iangosta> anunciado y’ no vivido por los -emacstros del 18 Brumarioy (de Tange a Kahn), Ia bisqueda desesperada de una Jengua que prescinda de la ya intervencién subjetiva. El emuro> con- jurado por Hejduk en sus Wall Houses es doblemente simbélico: en él se refieja, el fantasma del inquietante silencio de Mics. Con todo, el esfuerzo de abstraccién de Eisenman, su ansia de del Movimiento Moderno. Con un resultado: que estas maneras de ‘manipolar los materiales lingisticos, ya se trate de Eisenman o de Venturi, de- ‘nuncian un fenémeno real: es decir, que ela guerra se ha terminados. YY sobre la base de esta consideracién, se ha introducido la fabula del Post- Modernism, acto liberatorio realizado en perjuicio de una fébula posterior, de luna , que me- dante sondajes hemos intentado recomer en Ie segunda parte de esto ibe ellos fgnoran todo el trayecto. Si la guerra ha terminado, es conveniente tener muy presente que se trata “nicamente de la que se refire' las palabra frente a otras palabras, de la lucha de lenguas circunstitas por un domizio imposible sobre lo que poste ora len- suas. Pero en este teritoro inguitante merodea el que hace Gel Pos Modernian un nuevo estandarte; para ést, la tea preocupacion es permanccer en eacenta aglténdose de una manera cada vez més grotesea, con Tn intenciGn de divertr @ una plaiea tan aburida como necesita de sedantos Por lo demés, caso no ha sido Barthes quien he denunciado polémica- mente y con insidia que en I guerre de ls lenguajes pueden haber momentos tranquilos, y estos momentos estin en los textos»? * Los lenguajes de los aos veints a troinia eran, de una manera o de vita, elenguajes de baallar. Como sucede siempre en ef rea experimental de las neovanguardis, aquellos lengua jes de batalla se transforman hoy en clenguajes de placers. La guerra ha termi nado, pero con un jaque-mate impueco al adversaro. No queda més quo d nar con afectnosa imanfa, con nostalgia apenas diainulada, low verse de on Morsllesa descompuesta y congelada (Acaso no es la congelacién una manera segura de conservar?, Hay todavia demasiado herofemo en nuestro Jengueje; —etcribe Barthes en los me fores {.] eretismo de certs expresiones y, en el fondo, tna especie de herolsme insiioso, El placer del texto (el distrute del texte), a! contratio, es como borrar bruscamente el volor bbatafedor, un pesnfero desmontaje de las espuelae del exeitor, un parada dl. ecorazdny (Cora) Insistit, como hace Barthes, en el placer del texto equivale a volver a la ‘actualidad una de las propuestas de Brecht que menos se recuerdan. Pero Bar- thes continia: 2Cémo puede un texto, que es Iengual, estar fuera del onguaje? 4OSmo extermar (por ner on ol exterior) ls hables del mundo, sin rafugarse en una ditima hebla, en sclaclén «la cual as demés slo serén recitades, referdss? A partir del momento en que nombro, toy ‘nombrado: cogido en la rivalidad de los nembres. ZCémo puede el tex sattrecrany de Is suerra de las ficciones, de Tos socolecios? Con un trabajo progresivo de extuacién, Ea rimer lugar, el txto ligulda cualquier metalenguale, y est ee lo que es texto: ninguns vor (Ciencia, Covsa, Ineitucién) est deirds de lo que so dice. En segundo luger, el texlo. der true esta el fondo, fasta la contradiciés, au propia categoria discursive, In reterencis sociolingistice (ou egénero»): et la comiciiad que no hace rere, le ionfa que No sufi, J exulteciGn sin alma, sin mistica (Serduy), ln cits sin comillan 20, Roland Barthes, 11 piacere del todo, Turi, 1975, Los fragmentos citados estén las pp. 29 a St; version original: Le Plasir du texe, Pari, 1973 (veriGn caselan BI placer del texto, Siglo XXI de Espafia Biitores, S.A. Madrid, 1974). 336 EI juego de les perlas de vidio Esto es precisamente: una Marscllesa sin Bastillas que asaltaro. Y es esto precisamente lo que permite egozar» de la Cardboard Architecture 0 de los pas- tiches neoeclécticos, como experimentaciones tedricas: el «placers que detiva de Ja lectura de las obras de Hejduk, de Eisenman o de Venturi, es totalmente intelectual. Gozo de los sutiles juegos mentales que sujetan lo absoluto de las formas (disefiadas © construidas: en este punto, ello es indiferente): no hay nin- ain valor esocial> en esto, queda claro. Més ain: jacaso el placer no 5 tolal- ‘mente egoista y privado? Es demasiado fécil concluir que estas arquitecturas per- petdan una

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